En tiempos en que el precio de la canasta alimentaria sube sin parar, tener la vaca atada es un refrán en extinción y hacer una vaquita no alcanza para nada. Cualquier alivio al bolsillo que tolere cursilerías es una caricia al alma. La intolerancia, en este caso, no es retórica sino material: una reacción física a la proteína de la leche de vaca. El sustituto es caro, pero se puede conseguir gratis.
Miles de familias tienen hijos con este problema, que suele extenderse hasta los 3 años y a veces más. Es importante, en este contexto, saber que una ley garantiza el acceso sin costo a las fórmulas medicamentosas, aunque muchos crean lo contrario y la norma no siempre se cumpla.
Se calcula que 15 mil chicos por año en Argentina sufren esta condición. Los síntomas de la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) son elocuentes: vómitos, cólicos, erupciones cutáneas, mocos y hasta sangrado en la materia fecal son sólo algunos.
En cuadros graves y con menor frecuencia puede ocurrir también la anafilaxia, con riesgo de vida. Por eso es tan importante que el pediatra pueda identificar rápido el trastorno, para empezar a transitar el camino reparador.
La ciencia ha intentado y logrado modificar genéticamente vacas para obtener leche antialérgica. El primer hito fue hace una década, cuando en 2012 investigadores de Nueva Zelanda presentaron a Daisy: producía leche con muy poca cantidad de beta-lactoglobulina.
La leche modificada debe ser recetada por el pediatra al paciente diagnosticado.
En Argentina, científicos de la Universidad Nacional de San Martín y del INTA también crearon, en 2018, vacas productoras de leche hipoalergénica. Pero las iniciativas tanto acá como en el mundo no han pasado del “prototipo” y nunca llegaron a una fase industrial de comercialización.
Por eso es clave la ley 27.305, promulgada en nuestro país en 2016: facilita el acceso a las leches medicamentosas. “Muchos padres y madres creen que deberán hacerse cargo del costo, o que después del año de vida ya no estarán cubiertas. Pero la ley prevé la cobertura hasta que el especialista lo considere necesario”, dice Sandra del Hoyo, presidenta de RedInmunos, asociación integrada por familias con hijos que tienen alergias a alimentos.
La norma nacional garantiza la leche medicamentosa gratuita “sin límite de edad” y también prevé su prescripción por “otros desórdenes, enfermedades o trastornos gastrointestinales y enfermedades metabólicas incluidas en el Programa Médico Obligatorio”. En caso de que las familias no tengan obra social o prepaga, el Ministerio de Salud debe proveer el producto.
¿Cómo funciona el sistema? “El pediatra acreditará el diagnóstico mediante certificado médico y emitirá la receta correspondiente. Ninguna entidad del sistema de salud pública o privada puede negarse a la provisión de la fórmula medicamentosa, único alimento que el bebé puede recibir en una etapa crucial de su crecimiento”, agrega Del Hoyo.
Los chicos con alergia a la proteína de la leche de vaca tienen cobertura hasta que el pediatra lo indique. Foto: Shutterstock.
Por lo general se requiere hacer autorizar la receta en las obras sociales o prepagas y éstas suelen indicar lugares de referencia para retirar la leche medicamentosa. Sin embargo, el tema es complejo y el acceso no siempre fluye.
Según datos de RedInmunos, hasta ahora sólo ocho provincias adhirieron a la norma: Santa Cruz, Tucumán, Chaco, Salta, Tierra del Fuego, Buenos Aires, Catamarca y Chubut. La entidad explicó que muchas veces los reclamos, a pesar de la ley vigente, se terminan judicializando.
El precio de estas leches es alto. Del Hoyo calcula que, según sea el nivel de demanda y el grado de la alergia, los costos mensuales para una familia que tiene que alimentar a un bebé varían entre 42 mil y 190 mil pesos.
¿Qué pasa si la obra social o prepaga se resiste a brindar la cobertura? “Siempre sugerimos a las familias que se acerquen a la Superintendencia de Servicios de Salud, que funciona muy bien en todas las provincias. También sugerimos en primer término una carta por escrito con respuesta escrita también en caso de negativa, para llevar a recurso de amparo”, explica Del Hoyo.
Se debe tener la prescripción médica para poder obtener la leche medicamentosa sin pagar.
El ABC de la APLV
“Por lo general, la APLV se desarrolla durante el primer año de vida y suele pasar tiempo entre los primeros síntomas, la alerta de sus cuidadores y, finalmente, el diagnóstico y tratamiento”, dice Karina López, especialista en alergia e inmunología infantil de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica.
Jorge Martínez, pediatra de la misma Asociación, añade que “el abordaje requiere del trabajo en conjunto de la familia, el pediatra de cabecera, el equipo médico y la comunidad. Se debe evitar que el niño o niña ingiera cualquier alimento que contenga la proteína de la leche de vaca -lo que se vuelve más difícil cuando empieza a ir a la escuela o a visitar casas ajenas-. También quien amamante debe modificar su dieta”.
A este primer paso en la terapia se lo denomina ‘dieta de exclusión’: la madre que amamanta debe dejar de consumir cualquier lácteo o alimento que contenga la proteína de la leche de vaca, como pan, puré, manteca, crema, flan y postres lácteos, dulce de leche, salchichas y embutidos, entre otros. El chico también debe seguir esta dieta desde que comienza a recibir alimentación complementaria.
Precisamente, para los casos en que la dieta de exclusión no es posible, o en los que no se puede continuar con la lactancia materna, existen las fórmulas medicamentosas diseñadas para el tratamiento de la APLV, que deben ser prescriptas por el médico especialista.
Las alergias a la proteína de la leche de vaca se clasifican en tres tipos: las de inicio rápido tras la exposición al alimento, que suelen ser más fáciles de diagnosticar; las de respuesta tardía, cuyo diagnóstico temprano se dificulta porque no es tan sencillo relacionarlas con la ingesta del alimento o identificar cuál la produce; y las mixtas, en las que la reacción alérgica a veces es inmediata y otras se puede demorar.
PS