El miércoles, un día antes de los anuncios de cambios, Sergio Massa le mandó a decir a Juan Manzur que no le interesaba la Jefatura de Gabinete. Lo hizo a través de Jorge Neme, mano derecha del tucumano, que en la semana será nombrado funcionario de la nueva estructura que el presidente de la Cámara baja terminaba de pulir este fin de semana.
Lo de Massa no fue tanto un gesto al jefe de ministros sino la resolución de una negociación que el líder del Frente Renovador ya sabía que estaba sellada con su desembarco como súper ministro de Economía.
Al otro día, cuando la Casa Rosada oficializó los cambios, Manzur, atravesado en las últimas semanas por un sinfín de versiones sobre su futuro, viajó a Tucumán. Lejos de la centralidad del poder, lo hizo acompañado por Eduardo “Wado” de Pedro, el delegado de Cristina Kirchner en el Gobierno.
Como todo el Gabinete, el ministro coordinador y el jefe de Interior están expectantes por la llegada de Massa, cuyo desembarco promete una oxigenación que la crisis demandaba, aunque ahora deberá arrojar resultados. “Sergio es muy creativo. Se renovaron las expectativas, es como volverte a casar”, explicaron desde el despacho de un ministerio en el que esperan novedades sobre los pasos a seguir.
Manzur, sin embargo, deberá reconvertirse: desdibujado según algunos de sus colegas, el tucumano hace tiempo que perdió peso específico puertas adentro y en el control de la gestión, se dedicó al vínculo con gobernadores e intendentes, no integra la mesa chica de Alberto Fernández, habla cada tanto con Cristina Kirchner y mantiene un vínculo cordial aunque por momentos distante con el futuro súper ministro de Economía, Producción y Agricultura.
El apoyo de los gobernadores
Según fuentes oficiales, Fernández había pensado seriamente en prescindir del tucumano, a pesar de que la reestructuración del gabinete negociada con Massa y la Vicepresidenta alcanzó una profundidad mucho más allá de Manzur sí o Manzur no. El pedido del miércoles por la tarde de los gobernadores, muy contundentes en el ultimátum lanzado que terminó por convencer al jefe de Estado, clausuró los trascendidos en torno al jefe de ministros.
Fernández, de todos modos, le envió una señal: esta semana, Juan Manuel Olmos será designado como vicejefe de Gabinete, un nombramiento que en el entorno del todavía jefe de Asesores, íntimo del Presidente, trataron de evitar que se leyera como una intervención del ex gobernador. Difícil tarea. “El objetivo es meter gestión, nada más”, resaltaron.
En el caso de De Pedro, el ministro seguirá siendo los ojos y oídos de la ex Presidenta en Casa Rosada: solo ese traje le agrega un valor extra que no tiene ningún otro ministro del Gabinete. Frecuente visitante al despacho de la vice en el Senado, “Wado” sabía, de hecho, de los cambios que se avecinaban, un plus por su cercanía con la ex Presidenta frente a la inquietud del resto de sus colegas.
Es más: en su entorno había más de un convencido de que la gestión de Silvina Batakis sería de transición. Ahora, la agenda del círculo rojo que el ministro cosechó en los últimos tiempos deberá ser compartida con Massa, un especialista en ese ámbito.
Los ministros intendentes
Jorge Ferraresi, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta tienen más de algo en común: en algún momento creyeron que el Presidente podía hacer valer su liderazgo, después se lamentaron y volvieron a convencerse, con matices y pasados diferentes, del poderío de Cristina Kirchner. Además, son los tres ministros “intendentes” que siguen con un ojo en la gestión y el otro en sus municipios.
Ahora, el desembarco de Massa les cambió el eje. “Sergio pone sobre la mesa la última bala que le quedaba en la recámara. Nos da esperanzas. Ahora hay que laburar”, dice uno de ellos.
En los últimos meses, mientras la crisis corroía de a poco al Frente de Todos y Fernández procrastinaba los cambios, en su entorno se preguntaban si hacia el verano los tres funcionarios, de alto perfil interno, volverían a sus distritos, de cara al 2023. Y el Presidente tendría otro frente abierto por delante.
El caso más complejo es el de Zabaleta: en uso de licencia en Hurlingham, el ministro de Desarrollo Social dejó la intendencia en manos del camporista Damián Selci. La agrupación liderada por Máximo Kirchner pretende hacer pie definitivamente en el distrito, pero “Juanchi” quiere todo lo contrario. De hecho, según sus colaboradores, planearía volverse hacia fin de año, más allá de que “el plan Massa” dé resultados.
En Hurlingham, en el 2023, habría primarias con La Cámpora. Las encuestas, dicen en Desarrollo Social, son muy favorables al ministro.
Como Ferraresi y Katopodis -que espera la oficialización de la nueva estructura con la que absorberá Transporte-, Zabaleta dedica sus fines de semana al distrito.
El ministro de Hábitat, en tanto, dedica un rato de todos sus días -o casi todos- a la gestión de Avellaneda, y los sábados, por completo. Alejo Chornobroff, el intendente interino, solo lo es en los papeles. La municipalidad la manejan Ferraresi y su mujer, Magdalena Sierra -jefa de gabinete local-, que se encamina ser la candidata el próximo año. A diferencia de Zabaleta, para Ferraresi, La Cámpora no es un problema: nunca pudo posicionarse en el distrito.
En cuanto a Katopodis, su estilo de conducción es diferente: el año pasado armó lista de unidad y dejó la gestión de San Martín en manos de Fernando Moreira, su histórico socio, que en el 2023 buscará ir por primera vez a las urnas.
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