La eficiencia energética, relacionada con la implementación de tecnologías de última generación, es un concepto incompleto si no se la complementa con la racionalidad por parte de sus usuarios, advirtió el jefe del Departamento de Energía de la Unión Industrial Argentina (UIA), Alberto Calsiano.
“Las dos cosas van de la mano, puedo contar con el artefacto más eficiente, pero me va a servir de muy poco si no le doy un uso racional”, planteó Calsiano en declaraciones a Télam.
El ingeniero electromecánico reiteró la postura que había hecho pública en las audiencias realizadas en el primer semestre de este año para debatir la política tarifaria de los servicios de gas natural y electricidad y planteó que “es delirante” destinar más de US$ 15.000 millones al año en subsidios a la energía.
Como contrapartida, propuso enfocar los subsidios a la provisión de electrodomésticos eficientes y la construcción y remodelación de viviendas con aislación térmica, que redundarán en un menor consumo sin resignar pautas de confort, además de ahorro fiscal.
Télam: ¿Desde cuándo la UIA se viene ocupando del tema de eficiencia energética?
Alberto Calsiano: Venimos con este tema desde mediados de la década del ’80, cuando ni siquiera era denominado Eficiencia Energética sino UREE (Uso Racional y Eficiente de la Energía).
Entre los principales trabajos de esos tiempos, uno era el PIEEP (Programa de Incremento de la Eficiencia Energética y Productiva de la Pyme Argentina), se desarrolló principalmente en la provincia de Buenos Aires, en la década del ’90, con fondos de la Agencia de Cooperación técnica alemana GTZ.
Entre octubre de 2010 y julio de 2017 formamos parte de una iniciativa realizada con fondos del Banco Mundial en la que se hicieron 150 vistas en todo el país para promocionar diagnósticos energéticos, con la participación de unas 600 empresas. Cada empresa pasó a contar con un informe completo, elaborado por especialistas, con las especificaciones sobre lo que tenía que hacer para mejorar su proceso y lograr más eficiencia.
Se consiguieron ahorros del 7% al 15% y en algunas se llegó al 20%. Lo destacable es que el trabajo se extendió a lo largo de gestiones políticas diferentes, ya que comenzó en la Presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y concluyó en la de Mauricio Macri. Todo esto comenzó con Daniel Cameron, secretario de Energía en la gestión de Julio De Vido, y terminó con la exposición final en el auditorio de la UIA con Daniel Redondo, secretario de Coordinación de Planeamiento Energético de Juan José Aranguren.
El último de los trabajos comenzó en 2019, con fondos de la Unión Europea, duro dos años y medio y en él se realizaron talleres de mejoramiento de la eficiencia energética, El objetivo era que las empresas aplicaran la norma ISO 50.0001. En esos talleres de adaptación se hicieron trabajos con empresas de medianas a grandes en todo el país. Iban dos profesionales por empresa y se tomaba el compromiso de aplicar lo que se aprendía en los talleres. Participó Alemania y España y por la Argentina el trabajo estuvo encabezado por la Fundación Bariloche.
T: La última encuesta de la UIA muestra un mayor uso de energías renovables en las grandes empresas que en las pymes. ¿A qué se debe esa diferencia?
A.C.: Las grandes empresas están obligadas a cumplir con el 20% de su demanda de electricidad con energías renovables en 2025, conforme con la ley 27.191. Tienen tres opciones: le compran esa energía a Cammesa, a un proveedor o hacen su propia generación.
En menos de tres años el 20% de la demanda eléctrica total tiene que ser abastecida por energías renovables. Actualmente proveen aproximadamente el 15%. Para completar esos 5 puntos de diferencia hay que hacer las inversiones necesarias y ese es el gran problema. Los nodos de transporte están saturados.
Un 38% de las empresas tiene estrategias de eficiencia energética, especialmente las asociadas con la iluminación de bajo consumo y la incorporación de maquinaria y tecnología.
Otro 40% aún no tiene políticas, pero planea incorporarlas en el futuro y un 13,8% utiliza al menos una fuente de energía renovable, porcentaje que en el caso de las grandes empresas se eleva al 33%.
T: ¿Se puede considerar que la Argentina llegó a un punto de maduración en cuanto a eficiencia energética?
A.C.: La tarea de eficiencia energética es infinita, cambian los procesos y las tecnologías continuamente, así como las reglamentaciones de los gobiernos.
Además de la eficiencia, es fundamental la racionalidad, las dos cosas van de la mano. Puedo contar con el artefacto más eficiente, pero me va a servir de muy poco si no le doy un uso racional. El uso racional y eficiente no es la solución total, pero ayuda mucho.
También debe haber una política de promoción de equipamiento eficiente, como cuando se implementó un plan canje. ¿Cómo le decimos a alguien que no le alcanza la plata que tiene que comprar una heladera AAAA? Además, el aparato que se reemplaza por ineficiente se tiene que destruir, de lo contrario termina en la casa de otro.
Cuando hablamos de eficiencia y racionalidad, sería más constructivo que se dieran créditos y descuentos impositivos para aislar térmicamente edificios, con lo que además se generarían fuentes de trabajo, tanto en obreros y técnicos como en profesionales para la instalación y el control.
Si lo que cuesta 100 lo doy con una tarifa de 30, no va a haber uso racional, pero si hago el aislamiento térmico correspondiente, todos salimos ganando, porque el usuario va a consumir por 30 con el mismo confort por el que antes hubiera consumido 100.
T: En ese marco, ¿Cómo evalúa la implementación de la segmentación tarifaria?
A.C.: La segmentación implica un blanqueo del costo de la energía, pero aún hoy las distribuidoras no saben cómo aplicarla porque no tienen los padrones completos. Sería mucho más lógico aplicar cosas que sean ejecutables, hacerlo paulatinamente. Y que la gente sepa que la energía tiene un valor, el valor de generarla, transportarla y distribuirla.
Lógicamente tiene que haber protección a los más vulnerables, pero es delirante que en 2022 tengamos entre 15.000 millones y 16.000 millones de dólares de subsidios a la energía.
La energía tiene que tener un valor y hoy, además, hay que afrontar el costo de haberse enamorado de esa herramienta. Si tuviéramos US$ 15.000 millones, bárbaro. Pero no los tenemos.