Pocas veces se alinearon tanto los planetas como en esta edición de la Exposición Rural de Palermo. El país se debate en una fenomenal crisis económica y social, y el campo aparece en el centro de la escena. Por razones objetivas, por su enorme y creciente peso en la economía real.
Pero también por razones, por así llamarlas, “subjetivas”. En su caída en tirabuzón, el propio presidente Alberto Fernández intentó treparse al remanido discurso de “los sojeros especuladores”, que atesoran miles de millones de sojadólares en los silobolsas. Así, atisbó el fuego dándole manija a una movilización de los piqueteros “del palo”, que amagaron con ir a manifestarse ruidosamente en las puertas del predio de Palermo, donde se iba a celebrar la inauguración de la muestra. Es decir, más leña al fuego, y el amague de encender la mecha.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Con la misa bravata, en el 2008, el entonces jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner saltó por los aires, despedido, cuando la sociedad le impuso al vicepresidente Julio Cobos el memorable “no positivo” a la intentona de las retenciones móviles.
Su sucesor fue… Sergio Massa. La historia se repite, quizá como caricatura. El cambio de gabinete económico generó al menos un toque de cordura, y los piqueteros (sin amainar el discurso) amainaron y se fueron al Congreso, amainando el plumaje aunque no el discurso.
En este contexto, le tocó hablar al presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino. La pelota estaba picando y, aunque con un tono mesurado, las cantó todas. Más allá de las obvias y necesarias menciones a la corrupción K, hizo centro en el ostensible fracaso de la política social. Más de 100 mil millones de dólares de exacción a los productores del campo, en nombre de ´”la mesa de los argentinos”, para padecer un aumento obsceno de la pobreza. La restricción a los embarques de carne, que se redujeron un 11%, buscando reducir los precios. Subieron 10% y el consumo es el más bajo que se recuerda, consecuencia de la caída del poder adquisitivo.
También le espetó el desastre de la política energética, con los agravantes que ocasionó en el agro. La falta de gasoil en plena cosecha, que podría haberse resuelto con simples previsiones. Podría haber hecho mención a lo que desde el agro se sostuvo hace pocas semanas, cuando se responsabilizó de la escasez a la reducción del uso de biocombustibles (generados desde el agro), una pelota que estaba picando y lista para mandarla al fondo del arco.
Le recordó al gobierno que la Sociedad Rural Argentina, junto a la de Jesús María, habían iniciado una causa judicial por la aplicación ilegal de los derechos de exportación, que no cuentan hoy con respaldo jurídico alguno. Obviamente, no se está refiriendo a la coyuntura, cuando el gobierno inventa quimeras para hacerse de los dólares que el campo todavía mantiene en su poder, después de haber liquidado tres cuartas partes de la cosecha.
El gran tema no es el stock actual, sino el flujo futuro de los dólares, que no son solo los de la soja: está el maíz, el trigo, las proteínas animales, el maní, el arroz, el algodón, el vino. Unos más, otros menos, pero todos necesitan un tratamiento urgente. Millones de familias del interior dependen de ellos, no sólo son dólares para el Banco Central.
Y para que se renueve el milagro bíblico de la multiplicación de los panes, que es lo que hace falta, está la necesidad de entablar una negociación seria con el nuevo poder. No va a ser sencillo, porque la política interpone sus límites. Pero es necesario, cuando se camina por la cornisa.
Este sábado Pino quiso mostrar que, en esta crisis, el agro está del lado de las soluciones, antes que de los problemas. Veremos si hay posibilidades de atravesar un puente que se adivina azaroso.