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10 días como un judío ortodoxo: ritos y costumbres de una de las comunidades más reservadas

Cada uno de los pasos que los ortodoxos dan en la vida son guiados por alguno de los 613 preceptos que derivan de la Torá. Sus rigurosos rituales los ponen en la vereda de enfrente de un mundo donde la transgresión a las reglas y la respuesta pasional a todo es lo corriente.

Cómo es vivir en una comunidad llena de reglas escritas hace más de 5.000 años, con preceptos que ordenan su vida y que, según ellos, los pone en la vereda de enfrente del individualismo. (Foto: Captura Telenoche)

El mundo está al revés y eso los sabemos todos. Pero los judíos ortodoxos creen que hay reglas que podrían mejorarlo.

No soy quien para juzgar acerca de si su camino es bueno, malo, prudente o desmesurado. Solo puedo dar testimonio de la fuerza de sus convicciones, del amor por su comunidad y de su valentía. Porque no es fácil remar contra la corriente.

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Viven una existencia llena de reglas que fueron escritas hace más de 5 mil años. Aún la actividad más inocente o tribial como levantarse a la mañana, comer o ir al baño tiene una forma especial de ponerse en práctica. Todo en el mundo, ya fue pensado.

Cada uno de los pasos que los ortodoxos dan en la vida son guiados por alguno de los 613 preceptos (mitzvot) que derivan de la Torá, el libro sagrado conocido como Pentateuco por los cristianos. Se compone de los cinco primeros capítulos del Antiguo Testamento.

Pero de cada uno de estos 613 mandamientos derivan cientos de interpretaciones y miles de formas de ponerlos en práctica, por lo que la cosa puede ponerse realmente complicada.

Estos preceptos de la ley rabínica van desde el universal “no matarás”, el no tan frecuente en el país “no aceptarás sobornos”, pasando por los más tradicionalmente judíos como la circuncisión, hasta los genuinamente ortodoxos como no ingerir leche con carne, no destruir árboles comestibles o no excederse con los latigazos (595).

Para ellos el sueño en la noche es un tiempo que la vida le pide prestada a la muerte. Y desde el momento en que abren los ojos por la mañana, ya hay reglas que cumplir: al lado de la cama tienen una jarra con agua con la que se lavan las manos. Se trata de una purificación simbólica.

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Y eso lo hacen apenas se levantan. Luego siguen un estricto código de vestimenta, un severo orden en sus comidas, en sus rezos, en sus bendiciones y en cada paso que dan. Cada movimiento de ellos en el universo es significativo y se entiende solo a través del prisma de la ley judía.

Miles de reglas o preceptos organizan sus vidas y también “refinan” a los practicantes cómo seres humanos. Sus rigurosos ritos los ponen de la vereda de enfrente de un mundo donde la transgresión a las reglas, la extinción de los ritos y respuesta pasional a todo, es lo corriente.

siguen un estricto código de vestimenta, un severo orden en sus comidas, en sus rezos, en sus bendiciones y en cada paso que dan. (Foto: Captura Telenoche)

En el día a día muchas de sus reglas son complicadas de cumplir. Pero por otro lado el conjunto de ritos tiene mucho de festivo, de mágico. Pongo un ejemplo: el Shabat. Yo lo viví como una fiesta. Sin pretender hacer un paralelismo, no suena mal festejar navidad todos los fines de semana.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han escribió en 2019 el libro “La desaparición de los rituales” que los ritos crean comunidad. Que los ritos nos dan efectivas señas de identidad y de pertenencia a un grupo humano. Moisés hubiese estado de acuerdo.

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Es por eso que las comunidades jasídicas son tan fuertes. Los valores contemporáneos hegemónicos cómo la espontaneidad, la trasgresión o el hedonismo antagonizan muchas veces con su cultura y los pone en fricción con algunos aspectos de la sociedad occidental contemporánea.

Los ritos crean comunidad, razón por la cual la extinción de los ritos fomenta el individualismo. Es por eso que los ortodoxos (u observantes, cómo les gusta llamarse a ellos) son cerrados. Es instinto de autopreservación.

Los valores contemporáneos hegemónicos cómo la espontaneidad, la trasgresión o el hedonismo antagonizan muchas veces con su cultura y los pone en fricción con algunos aspectos de la sociedad occidental contemporánea. (Foto: Captura Telenoche)

Cuando empezó el shabat apagamos las cámaras: el trabajo había concluido. Viví tantas experiencias en estos días que no llegué a procesarlas todas. Pero no me desanimé: ellos estudian varias horas al día desde hace más de cinco siglos y todavía les queda por aprender.

Ellos sienten que una de sus conquistas más preciadas es la libertad. Al principio la observación me sonó contradictoria, por la infinita cantidad de reglas que condicionan toda su actividad. Pero la ecuación no es tan textual.

La libertad no tendría tanto que que ver con la independencia, con no depender de las reglas, de los ritos o de la religión. Somos libres cuando vivimos la historia que elegimos vivir. Y ellos, aún contra la corriente, lo hacen.

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