22.5 C
San Fernando del Valle de Catamarca
InicioSociedadLas revanchas de Samira: pintó casas, lavó autos y hoy tiene un...

Las revanchas de Samira: pintó casas, lavó autos y hoy tiene un prestigioso taller mecánico

Es venezolana y decidió vivir en Salta porque se enamoró de esa ciudad una vez que viajó por vacaciones. Después de varias idas y venidas logró afincarse y hoy lleva adelante su vocación.

Tras varias revanchas de la vida, Samira logró ponerse su propio taller mecánico en Salta. (Foto: Captura Telenoche)

Samira Baissaria –ancestros libaneses– muestra sus manos manchadas con aceite de carter todos los días en su taller mecánico de Salta.

No se si habrá otra mujer así, pero su destino estaba marcado: creció a orillas del lago Maracaibo y, en lugar de muñecas, desde chica se movió en el taller de su padre entre ronroneos de motores ocho cilindros, chaspazos de baterías, olor a nafta y llaves de todo tipo, para ajustar tuercas, bujías y engranajes…

Leé también: Un viaje al pasado: el fanático de los autos que ahora colecciona los primeros vagones de la línea A

No sé tampoco si será la única mecánica del país pero seguro que ninguna como ella vivió experiencias casi cinematográficas para llegar adonde llegó.

A Salta vino de vacaciones en 2013 y se enamoró de la ciudad y sus cerros. Cuando las cosas se pusieron feas en su país decidió volver a Salta para trabajar en algo. Tal vez la cocina, pensó: cocina árabe, lo hace muy bien.

Y aunque su padre hubiera preferido que ella estudiara piano, danza, algún profesorado o si la cosa venía por la mecánica hubiera sido bueno capacitarse como tornera. Pero no, ella llevaba la mecánica, el arreglo de autos en la sangre.

Pero vamos por partes. Llegó de Venezuela sin nada, pero tiene una explicación.

Cuando estaba por abordar el ómnibus en Plaza Once, dos arrebatadores le quitaron la mochila, donde tenía todo, salvo la ropa: dólares, alhajas, anteojos, documentos, fotografías, dinero argentino. Una señora advirtió al chofer que ella había sido robada, porque hasta el boleto se llevaron. El hombre se compadeció y pudo viajar.

En Salta, pintó casas, lavó platos en un restaurante, dormía en lugares prestados y durante medio año hizo de todo –incluso le propusieron hacer cosas “ilegales” (oscuras diría ella)– para sobrevivir. Dormía por aquí y por allá, mientras juntaba algo de dinero para volverse con sus dos hijas que habían quedado en su país.

Esto parece mentira pero cuando estaba en la estación para tomar el ómnibus para regresar a Buenos Aires la volvieron a robar. Sin nada, otra vez a rebuscárselas hasta juntar dinero. Nunca decayó su ánimo. Y si lloró fue cuando en invierno lavaba autos en un parking salteño por lo frío que estaba el agua, para una persona nacida y criada en el calor del trópico.

Finalmente pudo volver a Venezuela. Se dijo: chau, Argentina, hasta nunca. Volvía, por fin a su país en busca de paz y a rodearse del afecto de su familia.

Pero…las vueltas de la vida: la desdicha golpeó a su puerta una vez más. Venezuela era otro país: apagones, sin internet, sin carne ni leche, sin moneda, con la inseguridad a pleno, inflación galopante, falta de trabajo.

Samira tiene a su socio, John, y otro mecánico venezolano y una jovencita jujeña, Jasmine, que como a ella, le pintó la vocación de mecánica. (Foto: Captura Telenoche)

Se dijo: esto no es lo que esperaba…Y tomó otra gran decisión de su vida llena de peripecias: volvió a Salta, ¡una vez más! Esta vez con sus hijas, Salma y Julia “porque ellas habían nacido en el período de la revolución chavista y yo quería que vieran otras cosas del mundo”

Volver a empezar. Ahora fue la comida árabe, además de llevar autos entre Salta y Buenos Aires o La Quiaca y Salta sin saber ni los caminos, mientras buscaba un taller mecánico para llevar adelante su vocación.

Samira tiene su taller, donde atiende y cura autos de todos los males. Tiene un socio venezolano, John y otro mecánico venezolano y una jovencita jujeña, Jasmine, que como a ella, le pintó la vocación de mecánica. “La veo a ella y me veo a mí misma cuando era joven, dice esta mujer de 47 años que parece no tener imposibles en su vida.

Cómo llegó a instalar su taller fue obra de una mujer que apeló a todas las visicitudes que le planteó la vida para sortear situaciones difíciles. Ella es como la encarnación de un poema de Almafuerte: “Si te caes una vez, te levantas, dos, tres, diez, cien veces: no hay de ser tan violentas tus caídas ni por ley tan numerosas”.

La historia de Samira es en realidad, la historia de una mecánica, lo que de por sí es raro, pero también la historia de vida de una sobreviviente…

MAS NOTICIAS
NOTICIAS RELACIONADAS